La plenitud de la libertad

Una de las cosas positivas que me ha dejado este periodo de aislamiento han sido los libros que he leído, no han sido tantos, pero en todo caso son más de lo que alcanzo a leer en condiciones normales. Uno de los primeros que leí se titula La libertad interior, muy a propósito de esta temporada. Espero que a raíz de este escrito se animen a leerlo. Compartiré algunas conclusiones que saqué cuando lo terminé.  

La libertad es un atributo que cada quien alcanza si quiere. A veces estamos presos de la cotidianidad y la rutina porque estamos estancados en ellas: no hay una meta a la cual nos dirigimos sino que dependemos del vaivén, de las circunstancias, del azar.

Otra veces nos encadenamos al pasado, añorándolo porque éramos "más felices" o lamentándonos porque "pudimos haber hecho algo mejor", mientras tanto el presente se nos escapa como el agua entre las manos.

También podemos atarnos al futuro: no vivimos aquí y ahora, sino que nos agobiamos pensando que será mañana, olvidamos que el mañana depende de lo que estamos haciendo ahora.

Las actitudes descritas nos encadenan interiormente, nuestro espíritu no trasciende, no es capaz de ver más allá, ¿qué significa eso? De cara a la lectura concluí que trascender es:

1) Pensar y construir un proyecto de vida, proponerse una meta.

2) Recoger los frutos de alegrías y errores pasados.

3) Disfrutar las circunstancias presentes y usarlas como abono para mañana.

Ser libre es emprender un camino -largo- que nos conduce a una meta concreta. Transitando por ese camino vamos recogiendo elementos que nos sirven como herramientas para llegar al objetivo.

Es cierto que la libertad está  de alguna manera relacionada con las circunstancias temporoespaciales de cada personas, pero así y todo conozco historias de personas que, estando privadas de la libertad, eran más libres que muchos que podían caminar por las calles sin ser reprendidos.  La libertad, en últimas, más que una sensación del cuerpo, es un estado del espíritu.


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