Innovación y pensamiento creativo para la vida

 

Esta pulsera estaba hecha con un tejido de palma de iraca, por el uso se gastó y un día se rompió. Me dio mucho pesar porque fue un detalle de alguien muy especial, entonces me vi precisada a arreglarla pero quería que luciera igualita de manera que cuando la usara fuera reconocida por quien me la regaló. ¿Cómo hacer para lograrlo? Debía conservar su esencia: seguir siendo una pulsera delicada, discreta y fácil de usar con otros accesorios debido a su color tierra.

Pasaron varias semanas entre el día que se me rompió y el día que la arreglé porque no se me ocurrían nuevas formas de hacerla dado que tenía una idea previa de ella y todas mis soluciones para reconstruirla giraban en torno a conseguir un hilo semejante al que la tenía. Un día abrí mi caja de bisutería y encontré los materiales con los que está hecha actualmente. 

Cualquiera que la haya conocido originalmente podría pensar que es una idea demasiado básica como para no haberla pensado desde el principio. Pues en realidad sí y creo que así nos pasa con casi todas las cosas en la vida. En estos días presencié un seminario de innovación y pensamiento creativo y gracias a eso me di cuenta de lo difícil que es pensar sin prejuicios y ver más allá de lo que salta a la vista. 

Redescubrí que es necesario modelarnos según los acontecimientos tienen lugar en nuestra vida porque todo su devenir es cambiante y a veces se presentan circunstancias frente a las que no podemos quedarnos inactivos. Muchas veces aunque estamos mal acomodados en determinado escenario, dejamos de dar un giro por miedo a lo que eventualmente resulte de esa variación, otras veces la razón es porque estamos en nuestra zona de confort. 

Hace poco una amiga me hizo caer en cuenta de lo que significa estar mal acomodado, ella lo estuvo por mucho tiempo. Su historia es la de dos grandes amigos que tuvieron que separarse porque los sentimientos del uno por el otro dejaron de identificarse: ella sabía que su relación era una amistad muy estrecha y era consciente de cómo y cuánto la quería él, sin embargo con el paso del tiempo surgieron en ella sentimientos nuevos que no podía controlar. 

Me decía que esa amistad era muy importante para ella y la prefería sobre cualquier otro tipo de relación. A pesar de sus esfuerzos por aparentar que no pasaba nada la amistad empezó a cambiar y eso le disgustaba, él terminó dándose cuenta de que algo ocurría y decidió tomar algo de distancia. 

En vista de eso ella se propuso ignorar sus sentimientos y prefirió enfocarse en poner los medios para restablecer esa amistad, el problema fue que empezó a esperar que él fuera el mismo amigo de antes, no había caído en cuenta de que esa amistad era imposible entonces porque las circunstancias habían cambiado, ella conservaba la esperanza de que todo volvería a ser como antes, eso a lo que ella llamaba normalidad. 

Dándole vueltas a ese asunto, un día concluyó que "a veces nuestras circunstancias no nos permiten relacionarnos con los demás como quisiéramos y eso no está mal, es necesario aceptar y asumir esa realidad; cuando el cariño es verdadero, una vez superadas las circunstancias que dieron origen a la ruptura, las personas vuelven a encontrarse y renace la amistad, con todo y su historia". 

Se dio cuenta de que la cercanía que había intentado mantener era contraproducente porque los dos se estaban agotando debido a los frecuentes choques que se presentaban. Se vio obligada a reconocer que esos sentimientos, ignorados durante tanto tiempo, seguían latentes y concluyó que hasta tanto no desaparecieran no podía ser una buena amiga para él porque ya no era la fuente de alegría, paz y serenidad que solía ser sino todo lo contrario. Finalmente, con mucha tristeza, optó por hacer lo que había retrasado durante tanto tiempo: alejarse.

Esta historia la relacioné con algo que me ocurrió durante esta larga temporada de distanciamiento social. Resulta que aproveché la coyuntura del Covid-19 y las redes sociales para buscar a viejos amigos. Sabía que algunas personas no me responderían pero valía la pena intentarlo ya que se habían superado las circunstancias que dieron origen a las rupturas. Claro que con todos no pasó lo mismo, hubo personas a las que intenté acercarme y no encontré correspondencia. 

Esto se lo advertí a mi amiga porque es otro escenario posible y es importante no perderlo de vista: no todo el mundo regresa. Otra amiga comentó que la gente viene y va y que amistades de una década como la nuestra son excepcionales. Parece que es de vital importancia establecer lazos fuertes y que el cariño profundo sea de doble vía para que las relaciones permanezcan a pesar de los pesares.

El caso es que estar en contacto con estas personas otra vez es una de las cosas buenas que me dejó la pandemia. Me dio mucho gusto volver a encontrarme con viejos amigos y darme cuenta de que nada ha cambiado entre nosotros, experimentar como si el tiempo se hubiera detenido durante esos años ha sido motivo de mucha alegría, lo mismo que descubrir que en esencia somos los mismos y que es posible seguir escribiendo las historias juntos.

Yo habría podido dejar la pulsera rota y dejar que este periodo de distanciamiento social sólo sirviera para alejarme de las personas más cercanas, y mi amiga podía seguir forzando una relación que estaba en decadencia; pero elegimos otra opción que requería pensar nuevas formas de hacer las cosas para conseguir mejores resultados.

Es cierto que la pulsera no quedó idéntica pero sigue siendo delicada, discreta y de color tierra; no recuperé el contacto con todas las personas que hubiera querido pero reconocí a quienes permanecen y en medio del aislamiento reforcé algunos lazos que estaban debilitados y mi amiga decidió reconocer y aceptar la nueva normalidad.

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Por si acaso a alguien no le queda clara la relación del título con el desarrollo de la entrada -me pasó la última vez- quiero advertir que ese tipo de acciones es lo que me he permitido llamar innovación y pensamiento creativo para la vida.

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