¡Ningún florero, ningún Llorente!
“¡Igualdad! Santo derecho de la igualdad: justicia que estribas en esto, y en dar a cada uno lo que es suyo; inspira a la España europea estos sentimientos de la España americana: estrecha los vínculos de esta unión: que ella sea eternamente duradera, y que nuestros hijos dándose recíprocamente las manos, de uno a otro continente, bendigan la época feliz que les trajo tanto bien। ¡Oh! ¡Quiera el cielo oír los votos sinceros del cabildo, y que sus sentimientos no se interpreten, a mala parte! ¡Quiera el cielo que otros principios, y otras ideas menos liberales, no produzcan los funestos efectos de una separación eterna!” - Camilo Torres -
Corría el año 1809 cuando Don Camilo Torres escribió, en el memorial de agravios, dirigiéndose a su Majestad Fernando VII “desaparezca, pues, toda desigualdad y superioridad de unas respecto de otras. Todas son partes constituyentes de un cuerpo político, que recibe de ellas el vigor, la vida.” La razón, la Suprema Junta Central instalada en las Américas con el fin de consolidar un único gobierno y un verdadero cuerpo nacional integrado por aquellas y España pues así se propiciarían relaciones más estrechas y fraternales entre ambos pueblos.
El 22 de Enero de 1809, Fernando VII mediante una orden real expresaba que “los vastos y preciosos dominios de América, no son colonias o factorías, como las de otras naciones; sino una parte esencial e integrante de la monarquía española, (…) los reinos, provincias e islas, que forman los referidos dominios, debían tener representación nacional inmediatamente a su real persona y constituir parte de la Junta Central gubernativa del Reino, por medio de sus correspondientes diputados.” (Torres, 1809)
“Si el gobierno de Inglaterra hubiese dado este paso importante, tal vez no lloraría hoy la separación de sus colonias; pero un tono de orgullo, y un espíritu de engreimiento y de superioridad le hizo perder aquellas ricas posesiones (…)” (Torres, 1809) advirtió Camilo Torres en su memorial de agravios a su Majestad Fernando VII. Pero, ¿cuál fue el origen de semejante amenaza tan “revoltosa”? Entre la notable diferencia (de nueve a treinta y seis) entre los diputados que representaban América con respecto a los que representaban Europa, la negación de los españoles en lo referente a su igualdad de condiciones y hermandad con los americanos y el menoscabo de la labor que los colonizadores habían realizado indignaron a Camilo Torres, se sentía menospreciado y desgraciado.
Adicional a eso, la devaluación de las tierras americanas, más que contribuir al fortalecimiento y a la igualdad de las Américas y España, apoyaba el engrandecimiento de Estados ajenos y los labradores jamás lograron percibir algún beneficio por su trabajo; Fernando VII buscaba mantener dominado el nuevo mundo y omitió el progreso en los conocimientos humanos de quienes antes eran “salvajes” hacía 300 años. A esto se une la pésima administración de la monarquía a las tierras americanas.
Por todo lo anterior Camilo Torres anticipó que el grito de independencia estaba a punto de elevarse, pues la gota que rebosó el vaso estaba a poco tiempo de caer y la corona no quería establecer bases nuevas para la política de sus colonias pues La Nueva Granada tenía todas las condiciones terrenales para ser potencia si quien gobernaba hubiera sido justo, menos opresor y más liberal. Sin embargo la petición de Camilo Torres era solo una: que no por la escasez de luces que pudieran llevar los diputados de América, se les excluya de una igual representación pues todos los días se veían los errores más monstruosos y perjudiciales, por falta de conocimientos relativos a la situación del nuevo mundo vista desde el nuevo mundo.
Camilo Torres, alegó dicha situación e hizo la mencionada solicitud con base en que los diputados representantes de América, venidos de España, no eran realmente representantes pues ellos no eran afectados, en lo más mínimo, por los sucesos que en América acontecían, simplemente disfrutaban de sus comodidades y riquezas y llegaban con la idea de devolverse, pues su vida la tenían en otros lugares. Por otra parte sostenía que era injusto que unas provincias tuvieran más representantes que otras en la Suprema Junta Central ya que tanto las nuevas tierras como el viejo continente eran parte fundamental de España y sin ellas España no sería lo que era en ese entonces.
La resistencia de España para preservar la igualdad entre españoles y americanos era evidente, Camilo Torres atacó acertadamente esta intransigencia de España y dijo sin vergüenza en el memorial a su Majestad Fernando VII que no había sino una razón para querer evitar que América y España tuvieran la misma influencia en el gobierno: “(…) El hombre no es enemigo de su felicidad. Si queréis inclinar la balanza al otro lado, entended que diez o doce millones de almas con iguales derechos, pesan otro tanto que el plato que vosotros formáis. Más pesaban sin duda siete millones que constituían la Gran Bretaña europea, que tres que apenas formaban la Inglaterra americana; y con todo, la justicia cargada de su parte inclinó la balanza. No temáis que las Américas se os separen. Aman y desean vuestra unión, pero este es el único medio de conservarla.” (Torres, 1809)
Si según el Rey, ambos pueblos eran hermanos ¿Por qué pretender únicamente la felicidad del viejo continente a sabiendas de que el mismo Fernando VII había confesado la lealtad y el patriotismo del pueblo americano con respecto a la corona? ¿Por qué temía a un eventual gobierno de los americanos en tierras americanas? ¿Por qué esa inadmisión para que los americanos estuvieran realmente representados? “La ley es la expresión de la voluntad general; y es preciso que el pueblo la manifieste” (Torres, 1809), dijo Camilo Torres y agregó que “si no pensasen así, a lo menos este Reino, no os hablaría este lenguaje, que es el del candor, la franqueza y la ingenuidad” (Torres, 1809) pues “doce millones de hombres con distintas necesidades, en distintas circunstancias, bajo diversos climas, y con diversos intereses, necesitan de distintas leyes. Vosotros no las podéis hacer, nosotros nos las debemos dar.” (Torres, 1809)
Lo único que pedían los americanos, representados por Camilo Torres era “que se hagan leyes acomodadas a estas circunstancias, con relación principalmente a la América; y estas leyes deben ser la expresión de su voluntad, conciliada con el bien general de la monarquía. Para ello debe ir un competente número de vocales, igual por lo menos al de las provincias de España, para evitar desconfianzas y recelos, y para que el mismo pueblo de América entienda que está suficiente y dignamente representado.” (Torres, 1809) Con esto habrían sido fácilmente evitables los desórdenes presentados en el nuevo mundo durante los años 1809 y 1810 que finalizaron con el grito de independencia el 20 de Julio del segundo año, porque la solicitud igualdad y reconocimiento no quiso ser escuchada.
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BIBLIOGRAFÍA:
Torres, C. (1809). Memorial de Agravios 1809. Santa fe: El Abedul.
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