III. Urge reivindicar el papel de la mujer como mujer: Edith Stein y Simone de Beauvoir *
* Artículo publicado en la Edición No. 2 de Revista en línea Sin-Tesis, pp. 157 – 168. Noviembre de 2020
El desempeño de la mujer en la sociedad
Edith Stein y Simone
Beauvoir, perteneciendo a corrientes de pensamiento totalmente distintas, exponen
con bastante claridad en qué consiste ser mujer y la grandeza de las
características femeninas. Hacen un llamado al reconocimiento del carácter
femenino como es y con lo que eso comporta. Por un lado, Stein evidencia que “todas
las potencias del hombre están presentes en la naturaleza de la mujer – en
medida y proporción diversa –: esto prueba que ella puede hacer uso de estas
energías en las actividades que se corresponden con ellas. Por eso, cuando las
labores domésticas no necesitan de todas sus fuerzas, salir de este círculo no
supone ciertamente ir contra la naturaleza o la razón. El límite está allí
donde la actividad profesional comienza a obstaculizar la vida doméstica”
Además, evidencian en la
mujer una tenacidad sin igual y resaltan que es capaz de los sacrificios más
sorprendentes “cuando se trata de ser el sostén de niños sin padre o de proveer
a hermanos huérfanos o padre ancianos, entonces puede una mujer con espíritu de
sacrificio realizar las acciones más sorprendentes”
También reconocen la
importancia y la necesidad de la participación de la mujer en la vida pública y
afirman que, además de cumplir el papel de esposa y madre excelente, es
absolutamente capaz de desempeñarse en otros escenarios y profesiones distintas
a éstas. Para Simone de Beauvoir “en virtud de la maternidad es como la mujer
cumple íntegramente su destino fisiológico; ésa es su vocación “natural”,
puesto que todo su organismo está orientado hacia la perpetuidad de la especie”
Por su parte, Edith Stein
llama la atención sobre el significado de la palabra y reprocha que “se
entiende como profesión solamente la actividad operativa. En muy pocos casos
sobrevive el valor originario de la palabra (…). En estas circunstancias
[hablando de la naturaleza y misión de la mujer] se usa el concepto de
Profesión (Beruf) como algo a lo que se tiene que ser llamado (berufen)”
Para Stein, “donde se
requiere ánimo, intuición, sensibilidad y capacidad de adaptación, donde se
dedica al hombre en su totalidad, para curarlo, formarlo, ayudarlo,
comprenderlo y, también ayudarle a expresar lo que es… este es el campo de
acción adaptado profundamente a la actividad femenina; por eso en todas las
profesiones educativas y asistenciales, en el trabajo social, en las ciencias
que tienen por objeto al hombre y la actividad humana, en las artes que
representan al hombre, y en la vida de los negocios, en las administraciones
estatales y cívicas en cuanto sea necesario el contacto con los hombres y su
atención”
Considera que la única
condición para que esto ocurra es que ella conserve su feminidad. Para ella hay
profesiones que se adecuan totalmente a esta naturaleza, y llama la atención
que las ciencias de la salud, la educación y la política sean sus referentes[1]. No
es descabellado porque todas estas profesiones tienden a la atención y al
desarrollo de la humanidad. Algo semejante estima Beauvoir y trae a colación
que “en la segunda parte de su libro, Comte, influido por su amor hacia
Clotilde de Vaux, exalta a la mujer hasta convertirla en una divinidad, la
emancipación del gran ser; será a ella a quien, en el templo de la Humanidad,
la religión positivista propondrá a la adoración del pueblo, pero sólo por su
moralidad merece ella ese culto; en tanto que el hombre actúa, ella ama: la
pureza y el amor la hacen aquí superior al hombre; es más profundamente
altruista que él”
Es evidente que la sociedad
fue construida con una visión predominantemente masculina, así como las
profesiones y la forma de enseñarlas, como consecuencia de la tardía incursión de
la mujer en estos escenarios. Al respecto Simone de Beauvoir pone de presente
que “la mujer reconquista una importancia económica que había perdido desde las
épocas prehistóricas, ya que se escapa del hogar y desempeña en la fábrica una
parte específica en la producción. Es la máquina la que permite la revolución,
puesto que la diferencia de la fuerza física entre trabajadores masculinos y
femeninos se encuentra anulada en gran número de casos. Como el brusco impulso
de la industria exige una mano de obra más considerable que la que proporcionan
los trabajadores masculinos, la colaboración de las mujeres se hace necesaria”
El reto de las mujeres es
incorporar a esas actividades la visión femenina de la sociedad y del mundo
para mejorarlas, en palabras de Edith Stein “la tarea extraordinaria de la
mujer profesional es fusionar la vocación femenina con la profesión especial y
darle de ese modo a esta profesión una impronta femenina”
En el fondo, muchos
movimientos autodenominados feministas redujeron el papel de la mujer hasta
convertirla en imitadora los hombres. Al trasladar la lucha de clases a las
relaciones hombre-mujer, sembraron la idea de que las características femeninas
no tienen relevancia frente a las masculinas y que se hace indispensable
aprehender estas últimas para ser visibles en la sociedad. Esto se evidencia en
el desprecio por el rol que la mujer está llamada a desempeñar en atención a su
naturaleza: para Edith Stein “la primera vocación de la mujer es la procreación
y educación de la prole y se le da al hombre para esto como protector”
Tan equivocado es
minusvalorar el trabajo silencioso y sacrificado de un ama de casa, como
desconocer el valor de la participación de las mujeres en la vida pública.
Edith Stein hace un llamado a reconocer que “ninguna mujer es sólo mujer, cada
una tiene una peculiaridad individual y sus disposiciones tan buenas como el
varón y en estas disposiciones la capacidad para esta o aquella actividad
profesional, artística, científica, técnica, etc.”
El punto no es conseguir
que hombres y mujeres tengan los mismos derechos y beneficios, de lo que se
trata es de analizar qué debe la sociedad a las mujeres y cuáles de esas cosas
no han sido reconocidas para empezar a hacerlo cuanto antes. Edith Stein
asegura que “las mujeres son capaces de ejercer otras vocaciones además de la
de esposa y madre, [y que ésto] sólo lo puede negar una ceguera subjetiva. (…)
No hay ninguna profesión que no pueda ser ejercida por una mujer”
La idea de que los roles
son una creación social es poco convincente, sobre todo porque hombre y mujer
tienen unas características innatas que les facilitan desempeñarse de alguna
manera en la sociedad, “la división de los sexos es, en efecto, un hecho
biológico, no un momento de la historia humana”
Es cierto que el papel de
la mujer de algún modo no ha sido totalmente reconocido, pero para que esto
cambie urge rescatar el ser femenino, reconocerlo diferente y no igualarlo al
masculino. Lo otro es un error porque la mujer es medida con criterios
insuficientes para su naturaleza. Para Edith Stein “el gran peligro es que se
descuide la naturaleza femenina y por eso la formación exigida y se ate
demasiado a la imagen de la formación masculina”
En ese orden lo mejor es
hablar de equidad porque el término es más preciso. La equidad se relaciona con
la justicia, dar a cada quien lo que le corresponde. Este criterio no es
producto del azar, sino que depende de las condiciones de cada quien. La igualdad
sugiere que a todos se les debe lo mismo y no es cierta tal afirmación. Hace
falta reconocer que la valía del hombre y de la mujer y sus necesidades
particulares para satisfacerlas como sociedad.
Bibliografía
Beauvoir, S. d. (1999). El segundo sexo. Buenos
Aires: Penguin Random House Grupo Editorial.
Stein, E. (1998). La mujer. Su
naturaleza y misión. Burgos: Monte Carmelo.
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