I. Urge reivindicar el papel de la mujer como mujer: Edith Stein y Simone de Beauvoir *
* Artículo publicado en la Edición No. 2 de Revista en línea Sin-Tesis, pp. 157 – 168. Noviembre de 2020
Introducción
La relación hombre-mujer,
cualquiera que sea su naturaleza, debería ser concebida como una relación de
cooperación fundada en el amor recíproco: “el amor auténtico debería fundarse
en el reconocimiento recíproco de dos libertades; cada uno de los amantes se
probaría entonces como sí mismo y como el otro: ninguno abdicaría su
trascendencia, ninguno se mutilaría; ambos desvelarían juntos en el mundo
valores y fines”
Teniendo en cuenta las
perspectivas mencionadas cabe preguntarse: ¿en qué momento el deseo de
recuperar el papel de la mujer en todas las esferas de la sociedad se convirtió
en una especie de lucha de clases en la que la mujer riñe con el hombre por
ocupar su lugar? En “combates en los cuales creen enfrentarse el uno contra el
otro, cada cual lucha contra sí mismo, proyectando en su compañero esa parte de
sí mismo que cada cual repudia; en lugar de vivir la ambigüedad de su
condición, cada uno de ellos se esfuerza por hacer soportar al otro su
abyección, reservándose para sí el honor” (Beauvoir, 1999,
pág. 721).
Urge reconocer dos cosas: hombre
y mujer son diferentes y tienen la misma dignidad: “en conjunto, y, sobre todo,
en el nivel más alto de la escala animal, los dos sexos representan dos
aspectos diversos de la vida de la especie” (Beauvoir,
1999, pág. 36). Para Edith Stein “ya en la primera narración de
la creación del hombre se habla de la diferencia entre macho y hembra. Después
les viene confiada una triple misión: ser imagen de Dios, procrear una
posteridad y dominar la tierra”
La mujer tiene un lugar en
la sociedad por ella misma. Desempeñar el papel que le corresponde se presenta
como un gran reto: “en el modo propio del ser de la mujer está indicada una
elevada tarea: llevar a pleno desarrollo la verdadera humanidad en sí y en los
demás”
En este contexto, es claro
que no se trata de una tarea fácil y por ende requiere valentía, tenacidad y autoestima,
lo que está muy lejos de perder la feminidad, es decir, de renunciar a las
características que desde siempre le fueron dadas, para ser reconocida. Así lo
considera Beauvoir cuando se refiere a la mujer “viril”: “hay que decir, sin
embargo, que las mujeres más voluntariosas, las más dominadoras, titubean poco
en afrontar al varón: la llamada mujer “viril” es con frecuencia una franca
heterosexual. No quiere renunciar a su reivindicación de ser humano; pero
tampoco piensa mutilarse de su feminidad, y opta por acceder al mundo
masculino, o más bien, por anexionárselo”
Para Edith Stein también se
hace indispensable que la mujer conserve sus características naturales y destaca
que “en ella está el velar según sus fuerzas para que él no se dé totalmente a
su trabajo profesional olvidando su dimensión humana y descuidando sus deberes
como padre de familia. Esta tarea la podrá realizar tanto mejor cuanto más ella
haya madurado como persona; lo cual exige que en la vida en común con el varón
no renuncie a sí misma, sino que desarrolle en plenitud sus propios dones y
capacidades”
A pesar de lo anterior, es
lo que han entendido algunos grupos autodenominados feministas, para desgracia de las mujeres. Simone de Beauvoir analizando esa realidad sostiene que “en lo
que a la mujer concierne, su complejo de inferioridad adopta la forma de rechazo
vergonzoso de su feminidad: no es la falta de pene lo que provoca ese complejo,
sino todo el conjunto de la situación; la niña no envidia el falo más que como
un símbolo de privilegios concedidos a los muchachos; el lugar que ocupa el
padre en el seno de la familia, la universal preponderancia de los varones, la
educación, todo lo afirma en la idea de la superioridad masculina”
Bibliografía
Beauvoir, S. d. (1999). El segundo sexo. Buenos
Aires: Penguin Random House Grupo Editorial.
Stein, E. (1998). La mujer. Su
naturaleza y misión. Burgos: Monte Carmelo.
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